martes, 14 de febrero de 2017

El intestino enfermo



Asma, artritis, formas de autismo, obesidad, déficit atencional, alergias, cáncer del colon, diabetes, dermatitis. Las enfermedades de hoy podrían tener la misma causa: un desbalance de las bacterias intestinales que se produce, mayormente, por lo que comemos. ¿Tan radical es la alimentación en la salud? Rodrigo Hurtado, uno de los primeros inmunólogos chilenos, explica en un reportaje para la revista Paula, que no tiene duda de ello. Con más de 50 años de ejercicio en Estados Unidos, el especialista reflexiona sobre el precio que está pagando la sociedad por el confort de lo inmediato.

Hurtado se hizo famoso en el ámbito médico (En Estados Unidos) por uno de sus primeros trabajos, en el que descubrió que las amígdalas tenían una importante función inmune y que no era conveniente sacarlas. Con el tiempo, su investigación y ejercicio fueron volcándose a lo que hoy es considerado un órgano más en el cuerpo humano: la macrobiota, un sistema de bacterias que interactúan en la flora intestinal. “Creo que la inmunología ni siquiera es una especialidad, sino un lenguaje del cuerpo. El día de mañana, quien no lo entienda, no sabrá mucho de medicina. Porque, finalmente, la mayoría de las enfermedades tienen un componente inmunológico e inflamatorio y muchas parten en el mismo lugar: el intestino”.

Un órgano muy importante

Hurtado explica que en la macrobiota está alojado el 70% de las células inmunes del cuerpo. Y estas células, que son las encargadas de que el cuerpo reaccione y responda al medio ambiente, se comunican directamente con las bacterias –o macrobiota– que están alojadas en el intestino. Estas bacterias son de suma importancia, y hay que cuidarlas para que puedan comunicarse de manera sana con el sistema inmune.

La macrobiota se cuida sobre todo a través de la alimentación. “Primero, evitando el exceso de azúcar refinado, que está presente en la gran mayoría de productos procesados con otros nombres, como el jarabe de maíz, por ejemplo. Hay que pensar que el azúcar no refinado se compone de seis moléculas, mientras que la blanca solo de una. Eso implica un cambio brutal en la composición del alimento que termina por dañar la salud”, dice el especialista.

Azúcar refinado

El azúcar refinado es dañino, según el inmunólogo, porque es el principal alimento de un hongo que se puede establecer en el intestino, llamado cándida. Este hongo o levadura puede multiplicarse y terminar colonizándolo y, con ello, generar un desbalance serio en la macrobiota, con síntomas muy inespecíficos que no siempre responden a un solo diagnóstico: desde la falta de ánimo y de energía, hasta dolores musculares que la gente no se explica. La falta de equilibrio en la macrobiota es de tal importancia, que puede terminar causando obesidad, asma, artritis, déficit atencional, alergia. Incluso formas de autismo o cáncer del colon.

“En mi vida profesional me ha tocado ver enfermedades autoinmunes como lupus, causada por sacarina, trastornos autísticos por colorantes artificiales, cuadros de fatiga crónica por uso prolongado de antibióticos, cuadros dermatológicos severos por gluten y sume y siga”, dice.

Según la investigación de Hurtado, este tipo de patologías son causadas por una respuesta inmune que tiene que ver con la inflamación, que es gran parte de esta respuesta.

Esto quiere decir que hay agentes externos que están entrando al organismo y que están provocando una respuesta inflamatoria. Esos agentes, entre otros, están en los ingredientes que comemos día a día. Porque ya no comemos alimentos, sino ingredientes. Durante estos últimos años y muy marcadamente después de la segunda guerra, la industria alimentaria pasó a ser una verdadera potencia mundial, que representa un porcentaje muy importante de la economía. Allí no solo se produce alimentos. Se crean alimentos, sabores, colores, texturas, se disimulan sabores, etc. Todo esto, como un agregado a un alimento supuestamente natural. Allí entran saborizantes –que imprimen un sabor–, estabilizantes, antioxidantes, colorantes, preservantes. Todos son elementos que tienen una estructura química determinada, que diariamente entran a nuestro sistema. ¿Cómo está reaccionando nuestra flora intestinal cuando, a diario, tragamos saborizantes o colorantes? No lo sabemos. Es un campo en activa investigación.



SABORIZANTES Y PRESERVANTES

Hurtado explica que los saborizantes y preservantes que encontramos en los alimentos son grandes responsables de varias enfermedades, como también los edulcorantes o aditivos. “Todos ellos son agentes extraños que el sistema inmune no reconoce y genera una respuesta inflamatoria, generando una serie de respuestas en cadena. El edulcorante, por ejemplo, engorda más que el azúcar, porque está compuesto por químicos que generan una serie de respuestas metabólicas. Por ejemplo, en la obesidad lo que sucede es que la inflamación que se produce en el intestino apaga una hormona llamada leptina. Y las leptinas te avisan cuando ya estás satisfecho. Si una persona tiene esa señal apagada, puede comer y tardarse muchísimo más en sentirse satisfecho”, dice el especialista a tiempo de señalar que el uso de fertilizantes y pesticidas, antibióticos y hormonas en animales, manipulación genética de semillas, etc., también pueden tener efectos adversos en la salud del consumidor. Por eso es tan importante comer, en la medida de lo posible, productos orgánicos. Además, está el uso de antibióticos que se recetan en medicina. En una época anterior fueron de mucha ayuda para las enfermedades infecciosas, pero su uso invariablemente barre con esta flora intestinal tan importante.

Respecto al azúcar refinado, dice que se puede reemplazar con la miel y el azúcar no tan refinado. Sin embargo, recomienda un esfuerzo para consumir menos dulce y reeducar el gusto.


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